El tratamiento de los RSU (Residuos Sólidos Urbanos), ha sido, es y será un gran reto para cualquier ciudad del mundo ya que todo ser vivo genera y generará residuos que suponen un grave problema medioambiental, social y económico para las administraciones y Gobiernos responsables.
Las características propias de los RSU hacen que éstas causen una serie de inconvenientes que, dependiendo de su situación y de cómo son tratados, pueden revertir en menor o mayor gravedad.
Los efectos más comunes que provocan los RUS son:
Contaminación atmosférica.
Contaminación edáfica.
Contaminación de las aguas superficiales o subterráneas: Lixiviados.
Proliferación de plagas (roedores, insectos, aves carroñeras, otros) y aparición de focos infecciosos.
Degradación del paisaje y pestilencias.
La gran acumulación de estos RSU en los llamados vertederos o rellenos sanitarios y, la problemática que ello comportaba, provocó en muchos países de Europa la búsqueda de alternativas para crear un modelo para la recogida y el tratamiento de los residuos que, en algunos casos, solucionaron algún problema y provocaron otros peores para el medioambiente y las personas en general.
Algunas de éstas alternativas han sido:
Incineración: Estas instalaciones, por muy modernas que sean:
Generan contaminación y exceden con frecuencia los estándares permitidos.
Dañan la salud pública.
Agotan los recursos financieros para alternativas de reducción, reutilización y reciclado.
Desperdician energía y materiales.
Socavan la prevención de la generación de residuos y los enfoques racionales para el manejo
de los mismos.
Tienen muchos problemas por desajustes, fallos e interrupciones.
El 30% del residuo que se incinera es “ceniza tóxica”.
Las incineradoras son la principal fuente de dioxinas en todo el planeta, según miembros del Comité Científico de la Dirección General de Salud de la Unión Europea. Además de dioxinas, produce furanos y otros compuestos que, junto a los derivados de diferentes actividades industriales, forman una familia de sustancias conocidas como Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP), consideradas de gran peligro para los seres vivos.
Compostaje: En principio parece muy buena alternativa pero, en la mayoría de los casos, no se consigue un producto de mucha calidad ya que la materia orgánica llega al proceso con demasiados restos de otros productos (papel, cartón, plásticos) y, al final, se queda todo un bio-residuo que en muchos lugares no tiene salida comercial y pasa a ser un problema para el municipio ya que no se puede llevar al relleno sanitario ni volver a tratar.
Reciclaje: Las dos soluciones anteriormente expuestas cubrían la necesidad de tratar, mejor o peor, la materia orgánica pero, todavía quedaba el papel, el cartón y el plástico ya que el vidrio y los metales se podían reciclar directamente.
Este es el modelo que, desde años, se está implementando en muchos países de la Unión Europea y, la realidad actual, después de muchas campañas educativas para seguir este modelo es:
Cada vez hay más residuos.
El ciudadano no separa como se desearía y hay estudios que revelan que no lo harán.
El 46% promedio de los residuos todavía van a rellenos sanitarios.
La incineración, por muchas mejoras que hayan realizado, es ineficiente, cara y muy contaminante tanto por sus emisiones como por sus cenizas.
El compostaje es poco valorado por sus impurezas.
El reciclaje es caro, ineficiente, incómodo para el ciudadano y requiere de muchos recursos (contenedores privados, contenedores públicos, vehículos para cada tipo de residuo, combustible para el transporte y energía para su reciclaje, etc…)
Y en la fracción resto quedan muchos residuos (papel, plásticos y cartón) que van a relleno sanitario directamente por su dificultad a la hora de separarlos.